Ismael, después de ser testigo de un violento atraco a mano armada, sufre en persona la intimidación de Willy, uno de los atracadores cuyo rostro ha visto y a quien podría identificar ante la policía. Willy le amenaza primero, para cambiar luego de estrategia y tomar a Ismael bajo su "protección", fascinado en parte por su indestructible ingenuidad y por su trabajo como guionista y escritor, que a él, peligroso delincuente habitual, se le antoja glamuroso. Ismael, que viene herido y tocado por el final de su relación con Silvia, de quien sigue manteniendo una fuerte dependencia emocional, se encuentra en una áspera encrucijada sentimental, laboral, creativa y vital, cuya insospechada salida está en Débora, quien pese a trabajar como prostituta no ha perdido del todo la inocencia ni una natural dulzura que supondrá para Ismael lo más parecido a una redención. Cuando todo parece haberse establecido como la mantequilla sobre el pan, con Willy en la cárcel e Ismael y Débora reiniciando sus vidas como pareja de dulces urbanitas, el mundo fenoménico, incapaz de estarse quieto, da una inesperada vueta de tuerca con la invasión de las arañas gigantes.